La adicción al juego es considerada un trastorno mental grave en nuestros días que afecta no sólo a la salud de los individuos que lo padecen sino también a sus familias y a comunidades enteras. Es una enfermedad crónica compleja que durante muchos años no ha sido comprendida y reconocida como tal y que tipifica al jugador como un vicioso. Esto explica el carácter de estereotipo social, ignorancia e incomprensión hacia la persona que padece de esta enfermedad y que mantiene el perjuicio a nivel social.

Esta enfermedad representa una forma de dependencia, en la cual el individuo desarrolla una necesidad psicológica y/o biológica con consecuencias negativas que producen displacer y resultados desfavorables para su calidad de vida, y aun así necesita del juego para experimentar un estado de bienestar físico o mental. La dependencia se genera cuando el objetivo de la conducta tiene como objeto superar un malestar emocional, más que obtener placer. Debido a las consecuencias negativas en las diferentes áreas de la vida; psicológicas fisiológicas y sociales que repercuten a nivel, personal, familiar, social, laboral, se hace indispensable tratarla con la debida oportunidad y seriedad.

Las alteraciones psicológicas se exteriorizan a nivel emocional en términos de angustia, depresión, ansiedad, cambios de humor, irritabilidad, agresividad, baja autoestima, sentimientos de culpa, vergüenza.

Muchas de las consecuencias o alteraciones fisiológicas están relacionadas con el síndrome de abstinencia definido como el conjunto de síntomas que son experimentados por el jugador patológico cuando se priva del comportamiento de juego causándole al individuo fatiga, insomnio, falta de apetito, temblores en brazos y piernas, dolores de estómago, cefaleas, gastritis, agotamiento físico .

En relación a las consecuencias sociales , se puede decir que existen tres frentes afectados.

El entorno más próximo, la familia y la pareja, por la falta de atención, comunicación, alteraciones en la sexualidad, violencia intrafamiliar.

Las amistades son dejadas de lado, así como todas las actividades recreacionales que el individuo anteriormente realizaba con entusiasmo, produciéndose un aislamiento y la pérdida de relaciones significativas.

En el área laboral se ve afectado el rendimiento en el trabajo, aumenta el ausentismo, hay desmotivación, que pueden provocar pérdida del empleo y fracaso escolar. Adicionalmente, a menudo las conductas adictivas tienen como consecuencia problemas económicos, y judiciales.

La adicción al juego, también llamada juego patológico, o ludopatia no es un fenómeno actual, su origen se remonta al momento en que el ser humano descubre la emoción de las apuestas y los juegos de azar. Es importante recalcar que no se trata de un vicio. Es una enfermedad crónica, que destroza por completo la vida de quien la padece y la de su entorno más próximo

La organización mundial de la salud lo define como un “Trastorno consistente en la presencia de frecuentes y reiterados episodios de juegos de apuestas, los cuales dominan la vida del enfermo en perjuicio de los valores y obligaciones sociales, laborales, materiales y familiares del mismo, conducta que persiste y a menudo se incrementa a pesar de sus consecuencias sociales adversas, tales como la perdida de la fortuna personal, deterioro de las relaciones familiares y situaciones personales criticas”

Lo que convierte al juego con apuestas en dinero en una enfermedad está relacionado con la frecuencia con que se juega y con la cantidad de dinero invertido, en el sentido que esta cantidad supera lo que inicialmente había pensado el individuo que apostaría existe por lo tanto pérdida de control y dependencia emocional, deterioros a nivel familiar y personal y abandono de los quehaceres cotidianos. Un jugador juega para divertirse, un jugador patológico lo hace para aliviarse, para evadirse de las emociones que no puede enfrentar y con la ilusión de recuperar el dinero que ha perdido.